miércoles, 15 de agosto de 2007

Humberto Manduley


Acabábamos de publicar nuestra inexperta segunda edición cuando el colega Jorge Luís Hoyos nos convidaba a una entrevista en la Radio Metropolitana. Nunca imaginamos, que lo que en ese entonces significaba un hobby, hubiese tenido ese nivel de trascendencia. Llegamos a los bajos del Focsa y allí nos aguardaba el locutor del programa, con su larga melena y una manera de hablar que me hizo olvidar, por un instante, la fría sensación abdominal y el temblor a intervalos de las extremidades inferiores. Dentro de cabina sus palabras danzaban con una seguridad que daba miedo, de haberme llevado por lo que me pasaba por la mente de seguro me hubiese mandado a correr, pero se impusieron las ganas de que la familia escuchara la entrevista y así salieron nuestros primeros monosílabos por amplitud modulada. Ese locutor años más tarde escribió un libro medular para todo aquel que desee conocer uno de los acercamientos más fidedignos al rock insular: La historia del rock en Cuba. Es articulista del Caimán Barbudo con su sección fija La cuerda floja y en su labor radial apuesta por los sonidos más alternativos. Hace poco fue el responsable, por la parte cubana, de hacer una selección de lo más representativo del rock nuestro para un diccionario que abarcaba la América Latina y la madre patria. Hoy, Humberto Manduley debuta en nuestras páginas y para nosotros es un indescriptible placer. No los demoramos más.

¿Cómo se inicia Manduley en el mundo del rock y cuál era su visión por aquellos años?
La influencia de mi hermano mayor fue obvia, aunque no muy clara, pues a él le gustaban KISS y ZZ TOP, y yo optaba por JETHRO TULL y YES, aunque coincidíamos en DEEP PURPLE y LED ZEPPELIN, por supuesto. Hablo ya de una definición consciente hacia el género a partir de 1972. Si bien en mi formación está todo lo que escuchaba de niño en mi casa, y que iba desde Tchaikovski hasta Benny Moré, pasando por LOS ZAFIROS, Paul Anka, música de cine norteamericano, el pop español de los 60 y la incipiente Nueva Trova. Me auxilié tanto de unos pocos programas de la radio nacional, que ponían eso que llamaban “música moderna”, como de las emisoras AM de USA que se captan aquí sin problemas, y que fueron la fuente principal de información para muchos, a pesar del riesgo que representaba el acto de escucharlas. Era una época curiosa para el rock, pues los estilos estaban en proceso de definirse, y eso hacía que el término fuera muy abarcador, coexistiendo sin problemas el hard y el progresivo, el sureño y las baladas, algo que en la actualidad siento que se ha perdido. También en ese momento empezó mi relación con el rock que se hacía en Cuba, siempre como público de mis bandas favoritas, que eran NUEVA GENERACIÓN, ALMAS VERTIGINOSAS y SESIONES OCULTAS (aunque a estas solo pude verlas una vez en aquellos años porque era dificilísimo entrar en los lugares que tocaban). Ahí empecé a recopilar información, tanto de lo que sucedía aquí como fuera de Cuba. Lo importante es que fuera rock, no importaba si venía de Inglaterra, Francia, Noruega o Argentina.

Es conocida tu relación con VENUS, una agrupación que desde un inicio marcó pauta, al poseer un repertorio propio, pero a nivel de letras, a qué le cantaban o qué temáticas les preocupaban…
Lo sucedido con VENUS fue simple: yo me sentía muy cercano a dos mundos que hoy parecen excluyentes, como la trova y el rock. De hecho mi afición por la trova siempre fue mal vista por la mayoría de mis amigos, así que eso de los fundamentalismos no es materia solamente actual. Cuando conocí a Skippy, en diciembre de 1981, él estudiaba el bajo y quería armar una banda de versiones: fanático de KISS y VAN HALEN en esa época. Yo soñaba con algo distinto: unir la potencia del rock con textos en nuestro idioma. Si tengo que citar creadores que tomé como referencias, serían los españoles BANZAI, Miguel Ríos y BARÓN ROJO (en ese orden) y por la parte argentina EL RELOJ y SUI GENERIS, aunque en términos de sonido no guarden relación; era la intención subyacente en esos trabajos lo que me motivaba a escribir. También mi afición por la trova me reportaba un dato adicional, ya que en ese tipo de canción se describían situaciones que tenían que ver conmigo, mientras los grupos de rock solo cantaban en inglés, o algo vagamente parecido. La idea no le hizo mucha gracia a Skippy al inicio, pero pronto se contagió, la hizo suya a tiempo completo, y por ahí salió el concepto de VENUS en su trayectoria. Quiero aclarar que VENUS no fue el primer grupo en tocar canciones propias dentro del rock nacional, pero sí el primero en armar un repertorio “exclusivamente propio y en español”, sin emplear versiones. Hace poco leí en JaRock de Café una entrevista a LOS TACKSON y me llamó la atención que no mencionan a VENUS como banda pionera en ese sentido, aunque sí se citan ellos mismos, entre otros, como creadores de esa línea. No se trata del cuento del huevo o la gallina; solo hay que mirar las fechas y comprobar que VENUS, ya en 1982, salió a tocar con esas coordenadas, cuando el resto de los grupos de la calle fusilaban “Smoke on the Water” y “Day Tripper”. Hasta SÍNTESIS en sus inicios hacía temas ajenos (de Flora Purim y Airto Moreira, por ejemplo). No existían antecedentes y hubo que armarlo todo sobre la marcha. Las temáticas tenían que ver con modos de pensamiento, cierta incipiente filosofía rock y algunas apreciaciones personales sobre tópicos como el amor o la guerra. No creo que fueran poesía trascendente; creíamos que lo fundamental en ese momento era armar una lírica en español y que se adaptara al lenguaje sonoro del rock, aunque se transmitían ideas de una forma más elaborada, y quizás hubo algún logro textual. Entre 1982 y 1985 escribí la mayoría de los textos y líneas melódicas para el repertorio de VENUS, de modo que el momento de esplendor de la banda, ocurrido poco después, ya me tomó desligado de ellos, aunque esas canciones siguieron figurando en su repertorio hasta la disolución, incluso cuando otros integrantes ya hacían sus propios temas. Aquellos conciertos históricos, con llenos masivos en el Anfiteatro de la Avenida del Puerto, nunca los viví, de modo que siempre he preferido estar al margen, y dejarle el mérito a quienes lo sudaron en escena: los músicos. Yo solo puse la idea, el concepto, y aporté las canciones para una arrancada riesgosa y estimulante a la vez.

Está bien clara tu afición a las letras ¿Fue esta la única colaboración de manera directa con bandas de rock? ¿Se pudiera decir que fue un detonante para tu carrera como periodista?
Hagamos una aclaración: no soy periodista. No tengo ningún tipo de formación profesional en tal sentido, así que renuncio a aparentar lo que no soy. Ejerzo mi opinión donde puedo y me dejan, ya sea en la radio o en la prensa, pero respeto mucho las profesiones como para llamarme “periodista”, o “crítico”. No todo el que escribe es escritor, ni todo el que juega pelota es pelotero. Prefiero el calificativo de “opinante”. VENUS llegó a tener alrededor de 20 canciones mías en su repertorio. Luego tuve ofertas de otras bandas para que les pasara algo de material, pero creo que con VENUS abrí y cerré una etapa, para bien y para mal. No soy un compositor; solo hice lo que creí necesario en un momento, al margen de que haya o no funcionado. Y por lo demás, desde chico me ha gustado escribir, y en algún momento coincidió la afición al rock y la de llenar cuartillas.

Hablando de composiciones, antes de VENUS, casi todas las bandas de rock reproducían el material foráneo. ¿Cómo crees que sería el panorama roquero cubano si desde un comienzo los cultores del rock en la isla se hubieran dedicado a cantarle a nuestra realidad?
Uno de los ataques que tenía el rock aquí era que sólo mimetizaba lo que hacían otros. Es curioso, pues lo que se ataca no es que se imite (¿no es una propuesta de imitación eso de seremos como el Che?), sino el modelo referencial, en ese caso, el rock. La mala memoria parece una epidemia nacional ahora, pero por más estatuas y tributos que le hagan a Lennon, no se debe olvidar que, por mucho tiempo, el rock era “diversionismo ideológico”, “la música del enemigo”, “símbolo del american way of life” y otras sandeces por el estilo, que enarbolaron, sin pudor, dirigentes, maestros, oficiales de las FAR y muchos arribistas del poder. Opino que las causas para el extenso período de imitación que tuvo el rock aquí, son otras, más complejas y pendientes de un análisis desapasionado. En los 60 y 70 se intentó, de manera aislada, crear material propio, pero se fue perdiendo la idea y todos acabaron haciendo versiones. Si se hubiera mantenido, al menos el proceso de maduración habría sido otro, pero es inútil ponerse a pensar en “lo que pudo haber sido y no fue”. No podemos garantizar que se hubiera allanado el camino, o que habría seguido siendo igual de tortuoso.

Estuviste muy ligado en sus inicios al proyecto del Patio de María. Coméntanos al respecto.
En realidad no estuve ligado a ese proyecto sino cuando ya estaba en marcha. Lo frecuentaba bastante, porque allí ensayaba una banda que me gustaba mucho, CARTÓN TABLA, y nos hicimos muy amigos. Creo que al inicio El Patio era más abierto con relación al rock; luego las miras se estrecharon y la óptica cambió. Hoy se recuerda como un sitio para el metal, pero bandas como HOJO X OJA y CARTÓN TABLA tenían su sede allí, y nada que ver con el metal. María Gattorno hizo un oasis, a pulmón, junto a tantos entusiastas anónimos y conocidos que pasaron por allí en su historia. Ese mérito alguna vez será reconocido. Lo jodido es que el rock cubano haya dependido tanto tiempo de ese solo espacio, y la prueba está en que, tras el cierre, las bandas han quedado huérfanas de un sitio que las defina, sin importar estilos.

Hay eventos que nunca olvidaremos, uno es la desintegración de la URSS y la caída del Muro de Berlín, porque desde ese momento muchos niños en Cuba dejaron de tomar leche condensada, y el otro fue el cierre del Patio de María, porque la escena roquera involucionó en gran medida. ¿Cómo tomaste tal decisión y qué opinión te mereció tal acontecimiento, por supuesto el último?
Mi impresión al saber del cierre del Patio fue obvia: pensé que de nuevo estaba ante la estupidez crónica de ciertos funcionarios, y que no tendría solución, pues rara vez esas cosas tienen marcha atrás. Lo clásico: botar el sofá. Es como cuando leo en El Punto Ge, que por alguna indisciplina de un grupo en un hotel, prohíben a la AHS que vuelva a coordinar el sitio para hospedajes. Tan pobre es el rol de la AHS, que termina aceptando esas imposiciones, como estúpido es el grupito que se cree con derecho a destrozar algo que no le pertenece en medio de su euforia, y por supuesto, el funcionario de turno que toma decisiones como esas, o la del cierre del Patio, con argumentos que no me trago. Al final creo que, detrás de esas decisiones, está el síndrome de la sospecha que siempre ha generado el rock aquí.

¿La insuficiente promoción y divulgación del fenómeno del rock cubano se debe al freno que pudieran ejercer las instituciones sobre el género, o a la ínfima auto-gestión de las bandas?
Hay parte y parte, donde cada uno mira la paja en el ojo ajeno. El asunto es complicado, involucra demasiadas aristas y tendría que intentar desenredar esa madeja poniendo demasiados ejemplos. Hay mucha tela por donde cortar, y si se pretende analizar bien el asunto sería bueno implicar a todos los bandos. En resumen: hay de ambas cosas, y de otras no apuntadas aquí.

Si te pidiéramos que valoraras el papel que han desempeñado las instituciones culturales para con el rock, qué nos dirías. ¿A quién le entregarías la distinción por la cultural nacional debido a su excelente trabajo?
El trabajo de las instituciones lo definiría de varias maneras, según el cariz específico de cada “acercamiento”, oscilando entre la manipulación burda, la ingenuidad, las ganas de trabajar bien, y la sutil desconfianza. Y si tengo que pensar en personas que merecen esa distinción por la cultura nacional (tomando en cuenta las vueltas que da la vida, y como ahora la “música del enemigo” ya no lo es, y Lennon no es un drogadicto sino un pacifista, y como dicen que ya el rock es parte de nuestra cultura) pues se la daría a todas esas personas que sufrieron el escarnio público y privado durante años, solo por su afición al rock; a todos a los sancionados, pelados a la fuerza, expulsados de escuelas, o sometidos a truculentos procesos por “diversionismo ideológico”, simplemente por gustar de una música diferente, o tener el pelo largo. La entregaría a esos que se jugaron el todo por el todo por su pasión hacia el rock, y que terminaron, del otro lado de la cerca, viendo desde lejos cómo develaban una estatua a “su” Lennon, en un parque del Vedado: relegados ayer de la sociedad, porque “los Beatles eran maricones”, relegados hoy cuando son “un paradigma de la paz mundial”. Se ha canonizado a Lennon, pero no se le han ofrecido las mínimas disculpas a sus seguidores y a los del rock en general. A todos esos a quienes se les debe una explicación, les entregaría la distinción por la cultura nacional. Son, en mi criterio, quienes mejor la merecen, ya que resistieron todo tipo de presiones, censuras y atropellos por algo que, ahora resulta, es parte de la Cultura Nacional.

Sin ánimo de ser absoluto ni de generalizar, pienso que muchos amantes al rock de tu generación demeritan y denigran a las bandas de metal extremo, y ello es peligroso cuando se ejercen funciones de promotor. ¿Cuál es tu opinión sobre estas vertientes musicales y de estas actitudes?
De entrada aclaro que el llamado metal extremo no me gusta. Es solo una cuestión de gustos, pues no me dedico a criticarlo como sonido. Con relación a las actitudes que citas, supongo que se pueda ver el asunto en ambas direcciones. Las bandas de metal extremo también denigran todo lo que no esté en su cuerda. El acto de denigrar es censurable: puede o no gustarnos un tipo de música, pero el respeto a la opinión diferente debiera sostener todas las relaciones humanas. Tampoco siento que sea un problema generacional: dos personas de 22 años no tienen por qué tener el mismo gusto musical, y uno gustar de Korn y el otro del reaguetton, mientras dos de 45 años tampoco tienen que coincidir, por lo que reducirlo a un conflicto generacional es equivocar el camino. Por otra parte, la búsqueda de imparcialidad es lo ideal, si de difusión y promoción se trata, pero todavía todos solemos inclinar la balanza hacia nuestros intereses, desde “Nocturno” hasta “Scriptorium”, y eso tampoco es censurable. En todo caso me preocupa cuando alguien, tomando como referencia su gusto personal, asume que todo tiene que ser así, o que solo de esa manera “es rock”. Curiosamente siento que eso sucede con mayor frecuencia entre los seguidores y cultores de ese metal extremo. Creo que lo mejor sería que existieran espacios para todos, y asumirse, con humildad, como opción y no como axioma.

El sectarismo es un término que ha lastrado y sigue lastrando al rock insular. Háblame de este fenómeno en los medios de comunicación y en especial en el que te desarrollas.
Creo que el sectarismo, como concepto, se aplica más a esos “grupos de grupos”, valga la redundancia, que en cubano se llaman “piña”, y que llega a casi todas las instancias. No siento que su presencia sea especialmente visible en los medios de difusión, o no más que en otros contextos. En estos medios hay una serie de normativas, circulares “cuadradas” y disposiciones internas que regulan lo que se pone y no se pone, o hasta cómo se pone. Son las reglas del juego: las tomas o las dejas. Otra cosa sería cambiarlas.

¿Ha variado en algo tu criterio sobre las publicaciones nacionales de rock, es decir fanzines, desde aquel artículo sobre el tema que saldría publicado en el Caimán Barbudo?
Muy poco. Pienso que sigue existiendo una tendencia generalizada a asumirse como “la palabra definitiva”, disponer lo que es y no es rock, y otras limitaciones que señalaba en ese artículo. También hay apertura por parte de algunos, pero confieso que cada vez me cuesta más trabajo empatarme con un fanzine, así que mi opinión está condicionada a lo poco que he leído en los últimos tiempos. En sentido general creo que los lastres siguen ahí, quizás no tanto en el tratamiento de las temáticas como en el concepto editorial que asumen, aunque reitero que la libertad de criterios es sagrada, y entiendo que cada editor haga en su publicación lo que quiera. Queda por definir si los fanzines desean asumirse como medios de información sobre el rock o sobre el metal en Cuba: se parecen, pero no es lo mismo.

¿Está el rock cubano en un buen momento como afirmara Dionisio Arce (vocalista de ZEUS) en el programa televisivo Paréntesis?
Casi siempre se habla a partir de la experiencia personal. Recuerdo que hace unos años era EXTRAÑO CORAZÓN el grupo que hacía esas afirmaciones, y parecía creérselas por el hecho de que grababan, se escuchaban en la radio y tocaban con cierta frecuencia. Supongo Diony (un abrazo, brother) tenga razones para expresarse así, e ignoro cuáles fueron sus argumentos pues, por suerte, no tengo TV y estoy al margen de esos debates públicos. Sin ánimos de polemizar diría, simplemente, que yo tengo otra opinión.

¿Es la empresa de rock, a tu juicio, la solución de todas las contradicciones y problemáticas que envuelven al rock cubano? ¿Por qué?
Esa es una de las ilusiones alimentadas por la manía institucional de nuestra sociedad. Habría que recordar cómo terminó el Movimiento de la Nueva Trova cuando se convirtió en algo similar, y sacar experiencia de eso, pero el olvido se está convirtiendo en parte de nuestra idiosincrasia. Ese afán de inventarse un “movimiento”, o una “empresa” no aporta nada, en mi opinión. El rock es creación, música, arte, libertad, no un logotipo ni una institución. La creación no se garantiza ni se canaliza de esa manera. También habría que comenzar por precisar cuáles son, en realidad, los problemas que enfrenta el rock en Cuba, como género, que pueden coincidir o no con los problemas de los grupos de rock, aunque parezca una paradoja. Tampoco los problemas son comunes para todas las bandas, así que es ficción creer que una institución (que desafortunadamente es sinónimo de burocracia) puede remediar toda la complejidad de asuntos que atentan contra la evolución del género en Cuba, y que van más allá de la ausencia de sitios para tocar, los equipamientos deficientes, o los salarios simbólicos.

¿Cómo imaginas el futuro del rock cubano? ¿En qué direcciones se debe trabajar?
No me gusta decirle a nadie lo que debe hacer: cada cual debe hacer la música que prefiera, sin agredir a otro por ser diferente. Acerca de imaginarme el futuro del rock en Cuba, no es mi fuerte: prefiero ser sorprendido, a que todo se torne predecible (como peligrosamente está sucediendo ahora). Sí se necesita más o menos diversidad, eso será el público el encargado de decidirlo; entendiéndose por público toda persona que consuma rock, sin importar si va a los conciertos, o si prefiere escucharlo en casa con audífonos.

Bueno, ha sido un gustazo, de seguro la escena cubana saldrá beneficiada con este intercambio. Ahora coméntanos sobre los planes que tengas en mente y despídete momentáneamente de los lectores de SCRIPTORIUM, que también pudieran ser tus oyentes…
Gracias por apoyar al rock, aún cuando se limiten a las tendencias más extremas. Eso no es un pecado. Ni siquiera lo es el hecho de que a alguien no le guste el rock. Más que tolerancia, necesitamos respeto: de la opinión ajena, y hacia la propia. Ah, y los planes no se comentan, para que se den. Suerte, y espero poder seguirlos leyendo. Me gusta lo que hacen, y enfrentarme a la diversidad de enfoques que ustedes proponen. Lo importante no es estar o no de acuerdo, sino reflexionar juntos sobre algo que nos convoca. Gracias, SCRIPTORIUM.

1 comentario:

Miquel Aguiló Pallicer dijo...

Como buen amante del Rock,blues,Jazz entre otros estilos, me ha parecido muy interesante esta página y como buenos expertos, me gustaría que me facilitarais algún contacto de Dimensión Vertical grupo que ví en La Habana un 8 de diciembre de 2003.Aprovecho por si quereis visitar estas paginas hechas con cariño musical a ver si os gustan...www.myspace.com/miquelaguilo, http://maguilop.blogspot.com entre otras.
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